San Nicolás de María, Sede de Gobierno de la Santa y Nueva
Argentina, 23 de enero de 2013
Que
este anuncio de la Misericordia Divina, sea una Oración para que Mi Venida en
un nuevo nombre se realice pronto.
Se ha esmerado Satán y sus aliados en inculcar, meter a presión en
los esquemas humanos la conciencia de deudor en los pecadores y miserables, o
sea, en casi toda la humanidad. Un deudor que acumula deuda con un Dios
acreedor.
Un mecanismo que propaga la enfermedad de la indecisión, pues el
deudor sabiéndose incapaz de pagar la deuda, se resigna en su pecado y en una
vida separada de la Voluntad de Dios.
Piensa como un esclavo, y ve a su Padre como un patrón o amo.
Pero en principio para encarar el tema del deudor y el acreedor me
planteo que seguramente pocos son los que conocen realmente el significado de
la Misericordia, algo incomprensible para la mente humana como nos muestra el
Papa Pedro Segundo ( LA DIVINA MISERICORDIA POLÍTICA ) Desde su acepción
semántica hasta el profundo e insondable misterio que significa para los
hombres, misterio que apenas empezamos a conocer.
Misericordia significa acercar las miserias al corazón, miserias
cuyas consecuencias son los pecados y desobediencias de los hombres, y el
corazón de cada uno es en el
Corazón del Padre.
El misterio es la entrega de Su Hijo; muerto por mí, en la Cruz,
quien pagó de una vez y para siempre las deudas de todos los hombres. Entonces
por ignorancia y miedo nos figuramos a Dios como un amo castigador y cruel,
que ¿entregó a Su Hijo para cobrarse una deuda?, y además, ¿por que seguiría cobrándonos la deuda de
nuestros pecados?
Pensar así es una injusticia y felonía.
Pero como Dios Padre es en Verdad y Amor; Padre y Amigo, no nos dejó librados a las artimañas
de las estructuras religiosas, a la debilidad de la carne y sangre caída, es
decir, los poderes políticos de Satán, sino que nos regaló la Divina
Misericordia, que es Su Hijo mismo. Un Obsequio
que se ha mantenido escondido a los sabios del mundo, pues nos fue
entregada esta Misericordia, para que cada hombre la descubra en su interior y
la acepte como medicina a las heridas incontables del corazón santo-pecador.
Ya no hay deudor ni acreedor. Si comprendemos que la humanidad es el
Cuerpo de Dios, y el Alma de Dios, es Jesús Creación, quien habita en los hombres. Por eso…
¡Somos nosotros mismos los
acreedores!
Toda injusticia, todo desamor, toda herida del pecado es una deuda
con nosotros mismos y nuestros hermanos, por eso con Dios, pues Es en todos
nosotros. Pero también, al mismo tiempo somos los acreedores de las deudas que
generamos.
El Cristo pagó la Deuda entregándose en la Cruz, dio Su Alma a la
Creación y entregó Su Espíritu al Padre, y la Divina Misericordia fluyó por las
entrañas de la tierra y habitó desde entonces escondida en el corazón de los
hombres. Hoy es menester que se una la Misericordia a la Justicia, y así
ocurre, para que se complete la unión de los hombres con su Padre.
Esto es la Segunda Venida de Cristo, con un Nuevo Nombre; Joaquín, el Mesías esperado por todos.
Pues no habrá Justicia en la tierra sin Su llegada, sin Su Presencia el
Misterio de la Misericordia estará incompleto. Por eso rogamos…
Padre nuestro, te ofrecemos
esta carne y esta sangre, este alma y este corazón, por la unión de nuestras
miserias a Tu Gracias, en una Nueva Creación, para que seamos artífices
de la Venida de Tu Hijo, así como Él se entregó por nuestra deuda, podamos
nosotros ser generadores de Su llegada
la tierra y de la instauración de Tu Reino entre nosotros. Que por Su
Pasión la Misericordia y la Justicia triunfen. Así sea.
Bartolomé Catriel en
Teresa Afriel
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