Casita de María en Mendoza, Ciudad de la Gloria – La Santa y Nueva
Argentina – 19 de noviembre de 2012
Siempre fui un pibe tímido para el esfuerzo jaa, no conocí de pibe a
eso que se llama herramientas jaja. Como me dijeron una vez “…¿Vos decís que
sos ministro de trabajo? ¡Nunca te vi con una pala!...”
En mi adolescencia, en un momento de un vacío muy grande y donde no
sabia pa donde agarrar Dios me sacó del pozo en el que estaba, me fué
levantando con una fuerza y una alegría sorprendente para mí mismo, junto una
necesidad muy fuerte y desconocida de trabajar con las manos, algo que nunca
había hecho y empecé de a poco, tímidamente. Así fui descubriendo, como los
niños cuando juegan, una dignidad desconocida, junto a mi novia, actual esposa
que me impulsaba. Luego esto lo viví más y más con mis compañeros apóstoles,
discípulos y discípulas en la Escuela de la Vida en San Nicolás de los Arroyos,
actual Sede de Gobierno Papal.
Ahí desarrollamos talleres de trabajo que no eran más que la vida misma, que una nueva forma de vivir sanándonos mediante el trabajo en común.
Descubrimos el trabajo en libertad, el trabajo como política de
formación de hombres y mujeres y por esto exclamamos ¡Que florezcan miles de
comunidades de trabajo, talleres, escuelas fábrica!
Es una necesidad vital una necesidad política para terminar con el
monopolio de la producción y fabricación de alimentos, bienes, cosas. En estas
condiciones actuales es un elemento de domino económico que el trabajo, el
capital está en manos de los grandes, los que solo quieren lucrar a gran escala
en detrimento de la felicidad del pueblo.
Ha quedado reducido el mercado de lo artesanal solo para algunos que
tienen los medios, las herramientas y producen para un mercado exclusivo, para
los pudientes. El resto de los artesanos se las arreglan como pueden con
chiquitajes, adornos, souvenirs para el turismo, etc. Cosas muy lindas y nunca
bien valoradas en el trabajo que llevan, pero que no hacen a la necesidad sólida
en bienes que un pueblo requiere.
Necesitamos activar la producción en talleres escuelas que estén en
cada barrio, en todas las comunidades, que produzcan bienes durables y de
excelente calidad. Que la calidad sea algo común y al alcance de todos terminando
con el mercado de la exclusividad y las recargas de precio injustas del mercado
de la intermediación, el transporte y la distribución.
Talleres donde se reúnen hombres y mujeres, donde se forja una vida
común, se aprende a pensar, se disfruta junto al otro, se aprende una
disciplina y se brinda un servicio. Uno mismo y los demás gozan de los bienes
producidos con las propias manos. Talleres escuela que forjen hombres que
manejen verdaderamente los oficios tan necesarios a la vida.
Necesitamos recuperar el poder popular mediante el trabajo que sana y
edifica a la comunidad, el arte que sana. Siempre formando comunidad y sino
nada. Porque así fue que surgió la burguesía, en principio eran artesanos que
mediante el poder económico que fueron adquiriendo por su trabajo-saber, se
montaron al caballo del individualismo separándose del pueblo. Estamos viviendo
las dañinas consecuencias históricas de políticas que permitieron y fomentaron
el individualismo.
Esto ocurre porque no hay una política de comunidades que controle,
que se cuide a las comunidades del peligro del individualismo. Así que la clave
está en la común-unidad en el trabajo. Esto es lo nuevo que estamos forjando. Y
esto es libertad, soberanía, es una cuestión política central.
En las condiciones actuales el trabajo es herramienta de sometimiento
y dominio, de división y dominio.
Todo pasa por recuperar y ejercer la libertad en comunidad, las formas
que esto tome las irá escribiendo el pueblo en cada comunidad, comunidades que surgen e irán surgiendo
naturalmente llevados por la necesidad que tenemos unos de otros para vivir.
Simón Juan junto a Maru Isabel, Juana M. José y Juan Bautista
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